“Intelectuales aburridos,
doctores de la comunicación, los de folletos para la comprensión, enhebrando
que aquí no hay más que un nivel de lectura, esto no es cultura, ni siquiera
contracultura. Esto es solo para los marginados de toda la vida, para los coleccionistas
de pesadillas, para los que han ligado poco y mal, para las feas de los
guateques, para los que, sed sinceros, nunca habéis visto una pastilla de
yumbina. Para aquella juventud de los 50 obsesionada con el “¿estudias o
trabajas?”, para los miles y miles de empleados de bancas y seguros. Para los
representantes, dependientes y cosas por el estilo que nunca llegasteis a ser
Ingenieros de Caminos como quería mamá. Para los tímidos, acomplejados,
homosexuales y pajilleros. Para los que se avergüenzan de sus cuerpos flácidos
y esmirriados en las playas y piscinas. Y también, cómo no, para las agotadas
amas de casa que en su juventud... que por cierto, ¿os acordáis de vuestra juventud? Hace ya un millón de
años; ibais al váter acompañadas de una amiga para animaros en ese último toque
a los labios, a las medias o al sujetador, a ver si por fin aquel príncipe azul
llamado Arturo, de camisa de cuello italiano y corbata estrechita con nudo
Wilson se fijaba en vosotras. Y lo triste es que se fijó.
En fin, queridos
inútiles, este es un programa para nosotros, la desengañada gente de la segunda
edad que hacemos más y más grande el imperio día a día.”
Así empieza “Solos en la
madrugada” y así me cautivó a mí.
Esta entrada la tenía pendiente desde el momento en el que
vi esta película, pero, fíjate... lo he ido dejando mucho tiempo. No obstante,
no he querido obviar esa cuenta sin saldar. Os avisaré que esta película no es
de esas que tienen un gran despliegue de medios, ni una película que sorprenda
con su argumento. Realmente el guión en sí no parece gran cosa. Pero sí es una
película que de forma austera es capaz de comprometerle a uno con ella. Su
cercanía y realidad son penetradoras, y esto es lo que le otorga encanto.
Os pongo en situación:
resulta que yo siempre para irme a dormir pongo la radio (medio de comunicación
que me agrada bastante, dejando de lado las manipulaciones propias de la
información) y con la calma característica de la voz de locutor me acabo
durmiendo. Pero en ocasiones, y de una manera más asidua de lo que me gustaría,
paso largas horas a expensas del insomnio. Y es en estas noches en las que
alcanzo la franja horaria de un programa de radio en Ondacero llamado “No son
horas” (decir que es un programa que llama especialmente mi atención, pero si
podéis no intentéis sintonizarlo, pues, como apunta su título, va a una hora
muy tarde...). Bien, en este espacio radiofónico suelen utilizar fragmentos de
películas para hacer introducciones a temas, guiños, reseñas o cualquier otra
cosa que les hile bien con la conducción del programa. Confieso que es grato
reconocerlos. Y aquella noche el fragmento, ese que presenté al principio, no
lo reconocí, así que investigué. Di con el título del film, “Solos en la
madrugada”, dirigida por José Luis Garci y protagonizada por José Sacristán, y
averigüé que trataba sobre la radio como tema dirigente. Decidí que todo con lo
que me había topado acerca de esta película reunía los factores suficientes
como para verla y valorar de forma experimental. Y así lo hice.
Pues mirad, para mi
sorpresa la radio como tema argumental estaba totalmente en segundo plano, pero
otorgándole una interesante importancia y también, hay que destacarlo, tratado
como un bonito homenaje a los profesionales de este sector. Yo os presento la
sinopsis de la siguiente manera: José Sacristán interpreta a un locutor de
radio que encabeza un programa nocturno, “Solos en la madrugada”, en el que
critica el pasado inmediato del antiguo régimen dictatorial y los años de la transición.
Él, en lo personal, está pasando por un momento de crisis y lo plasma cada
noche en su programa como desahogo, mediante crónicas y diálogos derrotistas
que no son más que el reflejo de la insatisfacción de su propia vida.
Nos situamos por lo tanto
en la época perteneciente a una generación entre nuestros padres y nuestros
abuelos. Esta cercanía temporal y afectiva es otro punto a favor, pues consigue
concienciarte con ellos, ponerte en su situación y entenderles. La película yo
la dividiría en dos perspectivas: la de la “primera persona” y la de la
“tercera persona”.
Como “tercera persona”,
el film alude al trasfondo cotidiano de la vida de aquellos que pasan la
barrera de los 30 ó 40 años sin lograr éxito personal en ellas o la anhelada
felicidad de, por llamar de alguna manera a esa situación cómoda económica y de
bienestar, “darse el gusto” arrebatada por la imposibilidad que impone el deber, el lugar que en el que te tocó vivir o incluso por la decepcionante desilusión de las promesas democráticas sin cumplir (algo que sigue siendo muy familiar). Es decir, aborda esas pequeñas frustraciones del
adulto común, contándonoslas con irónica mordacidad, rozando el cinismo, pero
sin caer en el tono depresivo (algo muy plausible para el guión).
Respecto a la “primera
persona”, hablaré de la persona del protagonista. En primer lugar, ya de entrada
nos encontramos con su asombrosa profesionalidad como locutor. Brillante la
naturalidad con la que se expresa Sacristán en todos y cada uno de los monólogos
y diálogos que sostiene. Un gran trabajo de dicción por parte del actor, pues
en ocasiones parece imposible conseguir esa elocuencia a no ser que se estén
leyendo los discursos. Y del otro lado está su vida personal, en parte, como ya indiqué
antes, canalizada en cada uno de sus discursos radiofónicos nocturnos. Y además
de ésta, su decepcionante vivencia en la sociedad que le tocó vivir, nos
muestra su experiencia sentimental. Algo que me pareció muy curioso es que se
presentan todas las formas de amor posibles: el amor correspondido cuando todo
va bien, el amor desgastado por la rutina, el amor no correspondido, y la
atracción intelectual y física-sexual. Y se muestra de manera que lo que es
amor es amor y lo que es romance o sexo es eso mismo, sin mostrar nada alevoso
ni florituras que lo oculten, y con diálogos muy acertados, con un buen ritmo
natural y dotados de un constante ingenio propio de cada personaje; algo de los
que no todos los guiones pueden presumir: creatividad inteligente.
Yo tengo poco más que añadir, ya si gustáis "Solos en la madrugada" os hablará por sí sola. Creo que la película tiene un plus carismático para aquellos que “disfrutamos” de la noche, su soledad y su silencio callado con la radio de fondo. Fascinante la sensación que transmiten las secuencias de la noche de Madrid. Así que como recomendación si vais a ver la película, a lo cual os animo, hacedlo de noche y de forma solitaria, de lo contrario perderéis un poquito de la esencia de este film.
Pobre Sacristán ocultando los churros detrás de la espalda...
ResponderEliminarBonita película.
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